«CIERTAMENTE no me propuse crear un lenguaje destinado al consumo masivo», dice Guido van Rossum, un científico informático holandés que ideó Python, un lenguaje de programación, en 1989. Pero casi tres décadas después, su invento ha superado casi todos sus rivales y llevó la codificación a la punta de los dedos de las personas que alguna vez se desconcertaron por ello. En los últimos 12 meses, los estadounidenses han buscado Python en Google con más frecuencia que Kim Kardashian. El número de consultas se ha triplicado desde 2010, mientras que los de otros lenguajes de programación importantes han sido planos o en disminución.
Las dos ventajas principales del lenguaje son su simplicidad y flexibilidad. Su sintaxis directa y el uso de espacios con sangría hacen que sea fácil de aprender, leer y compartir. Sus ávidos profesionales, conocidos como Pythonistas, han subido 145,000 paquetes de software personalizados a un repositorio en línea. Estos cubren todo, desde el desarrollo de juegos hasta la astronomía, y pueden instalarse e insertarse en un programa Python en cuestión de segundos. Esta versatilidad significa que la Agencia Central de Inteligencia lo ha utilizado para hacking, Google para rastrear páginas web, Pixar para producir películas y Spotify para recomendar canciones. Algunos de los paquetes más populares aprovechan el «aprendizaje automático», al procesar grandes cantidades de datos para seleccionar patrones que de otra manera serían imperceptibles.
Con una base de usuarios en rápido crecimiento y una amplia gama de capacidades, Python puede parecer destinado a convertirse en la lengua franca de la codificación, haciendo que todos los demás competidores queden obsoletos. Eso es poco probable, según Grady Booch, científico jefe de software de IBM, que compara los lenguajes de programación con los imperios. Aunque a veces un poder en ascenso podría estar listo para dominar el mundo, sus rivales generalmente sobreviven en los nichos técnicos y culturales en los que emergieron. Python no reemplazará a C y C ++, que son «opciones de nivel inferior» que le dan al usuario más control sobre lo que sucede en el procesador de una computadora. Tampoco matará a Java, que es popular para construir aplicaciones complicadas, o JavaScript, que alimenta la mayoría de las páginas web.
Por otra parte, los Pythonistas que dan por sentada la supremacía de su lenguaje deben tener cuidado. Fortran, Lisp y Ada fueron muy populares en los años 80 y 90, según el índice TIOBE, que rastrea las prácticas de codificación entre los desarrolladores profesionales. Su uso se ha desplomado, a medida que se han hecho disponibles opciones más eficientes. Ningún imperio, independientemente de su poder, puede durar para siempre.
Fuente: Python is becoming the world’s most popular coding language.